😇 ¿Qué día es el santo de【 Rebeca 】?

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Estos son los días en los que celebramos el santo de Rebeca

Santa Rebeca de Himlaya. Vida, obra, muerte y canonización

El 23 de marzo de cada año se celebra el día de Santa Rebeca, una religiosa que comenzó a amar los caminos de Dios desde muy pequeña. Esta beata supo soportar sus martirios con paciencia, y a pesar de su enfermedad, demostró que su fe era invencible. En medio de su ceguera, Santa Rafka emitía oraciones por los pobres y los desamparados, por los cuales sentía un inmenso amor. 

En ningún momento reprochó a Dios sus padecimientos, de lo contrario, vivió su vida agradecida por ser parte del dolor que un día, nuestro Cristo, sufrió en la cruz del calvario. A continuación conocerás más acerca de la interesante, triste pero ejemplar historia de esta mujer de Dios y beata de la iglesia católica.  

Biografía 

El nacimiento de Santa Rebeca tuvo lugar en Himlaya, Líbano, el 29 de junio del año 1832. Nació en una familia campesina y se crió bajo buenos principios que rigieron toda su niñez, adolescencia y adultez. Desde temprana edad comenzó a sentir un amor muy marcado por las cosas de Dios y la Eucaristía, por lo que su deseo fue siempre ingresar a “Las hermanas de maría”.

Vida religiosa

Debido a algunas influencias, en 1897 entró en el monasterio San José de Batroun donde adquirió el nombre de Sor Rafka, que en español significa Rebeca. Después de un tiempo, fue llevada a Deir al-Qamar para impartir el catecismo a los futuros feligreses, jóvenes que estaban comenzando a entender la seriedad del cristianismo. 

Experiencias en Deir al-Qamar

Todo iba bien en el lugar hasta que comenzaron los sangrientos acontecimientos que acabaron con la vida de un gran número de personas. Santa Rebeca presenciaba con tristeza la tortura y muerte de muchos de los que habitaban allí. De hecho, tuvo la oportunidad de salvar a un niño escondiéndolo bajo su capa, y así lo hizo.

Con la vista hacia aquellos atroces actos, permaneció allí aproximadamente un año. Luego de este periodo regresó a Ghazir. En octubre del año 1885, un día domingo en oración le pidió a Dios que le permitiera la participación en su obra redentora. Después de  terminar sus ruegos cayó enferma de una afección ocular que le causaba gran dolor físico. 

Comienzos de sus dolencias 

Fueron muchos los tratamientos que se intentaron, pero no se pudo hacer nada, así que se tomó la decisión de que fuera trasladada hasta Beiru para probar con otras opciones médicas. No obstante, todos los esfuerzos de curarla fueron en vano; sus dolores de cabeza que prontamente se extendieron a sus ojos, no cesaban.

También hubo una visita a Biblos, donde se le entregó el caso a un médico americano, que luego de un análisis, decidió que era hora de operarla. Pero por error, durante la operación le extrajo el ojo del lado derecho. La situación no era nada agradable, y lejos de mejorar, empeoró. De hecho, la enfermedad se extendía a su ojo izquierdo y los dolores eran insoportables.

Luego de este incidente, los médicos decidieron que no habría tratamiento que lograra aliviar su mal, y la enviaron nuevamente al monasterio. 12 años sufrió el dolor ocular con paciencia y en silencio. No obstante, sus oraciones no cesaban, y mientras hablaba con Dios en compañía de su agonía, decía que estaba unida a la pasión de Cristo.

En el convento de San Simeón

En el año 1897, novicias del convento de San Simeón fueron trasladadas hasta donde se encontraba Santa Rebeca. La madre superiora pidió que la ahora beata se uniera al grupo. Esto, con el fin de que las jóvenes tuvieran un ejemplo para no rendirse ante las adversidades, que de seguro, se presentarían luego en la organización.

Rafqa o Rebeca, pasó los 17 años más sufridos y alegres de su vida en este lugar, en compañía de las novicias. A pesar de que la enfermedad la torturaba cada vez más, la madre Úrsula nunca tuvo que verse decepcionada por ella, pues supo dar un muy buen ejemplo a todas las religiosas que moraban con ella. 

El comportamiento de Santa Rebeca fue impecable. Incluso después de su muerte, los testimonios de muchas de sus compañeras adornaron su memoria. Vivió 17 años bajo la sombra de una ceguera que no cedía, y que además, iba acompañada de un gran padecimiento. No obstante, nunca nadie le oyó quejarse

De hecho, cuando venían las dolencias con más fuerza, a menudo, agradecía a Dios por dejarla ser parte de su padecimiento. La hermana Rebeca, pensaba y decía que lo que estaba pasando serviría para purificar su alma para el momento de su partida. Su sonrisa, paciencia y confianza en Dios permanecieron hasta el día de su muerte. 

Muerte y beatificación 

Santa Rebeca pasó sus últimos días en oración, pidiendo a Dios por los enfermos y niños abandonados que tanto amaba. En el año 1899, la enfermedad de la beata empeoró y quedó totalmente ciega y paralítica. Sin embargo, esto no hizo que su fe flaqueara. De lo contrario, ofreció a Dios sus dolores para que los pecados de la humanidad fueran perdonados. 

En el año 1914, en Batroun, nuestra venerada cerró sus ojos ante el mundo terrenal y partió con Dios. Había cumplido ya 82 años de edad y mucho tiempo de servicio a la iglesia. En 1914 se logró su beatificación, y su canonización se llevó a cabo en Roma en el año 2001. 

Pensamientos finales 

Pocos ejemplos de fe y abnegación hay como el de Santa Rebeca, una mujer, sin duda humana como nosotros, pero santa en su proceder, que olvidó sus dolencias y se dedicó al servicio de Dios. A veces no queremos ir a misa u orar porque tenemos gripa, nos duele la espalda por el trabajo, o peor, porque “nos duele una uña”, y no tomamos en cuenta que son cosas menores que se pueden solucionar.

Nuestra venerada sufrió de parálisis en sus extremidades, y aparte de eso, quedó ciega, y en lugar de odiar a Dios, como algunos de nosotros por cualquier pequeñez, ella oraba y le agradecía. ¡Qué conducta tan hermosa ante los ojos de nuestro Creador! Es un comportamiento que debería tocar nuestros corazones. Cuando estemos en situaciones difíciles, recordemos a Santa Rebeca, nuestra intercesora ante Dios

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